lunes, 12 de marzo de 2012

Usted puede sanar su vida (Capitulo 5)


CAPITULO 5 - Y AHORA, ¿QUÉ HACEMOS?
“Al ver el modelo que sigo, decido cambiarlo”

LA DECISIÓN DE CAMBIAR

Una vez han llegado a este punto, la reacción de muchas personas consiste en levantar las manos al cielo, horrorizadas ante lo que podemos llamar el desastre de sus vidas, y renunciar a cualquier intento de hacer nada. Otras se enfadan consigo mismas o con la vida, y también abandonan la partida.


En general, piensan que si la situación es desesperada, y parece imposible hacer cambios, ¿para qué intentarlo? Y el razonamiento continúa así: “Quédate como estás” Por lo menos es un sufrimiento que ya sabes cómo manejar. No te gusta, pero ya lo conoces, y es de esperar que las cosas no empeoren.

Para mí, el enfado habitual es como quedarse sentado en un rincón con un sombrero de burro. ¿No les suena familiar? Sucede algo y uno se enfada; sucede otra cosa, y vuelve a enfadarse, una y otra vez, pero nunca se va más allá del enojo.

¿De qué sirve esto? Es una reacción tonta que desperdicie uno su tiempo sin hacer nada más que enojarse. También es negarse a ver la vida de una manera nueva y diferente.

Sería mucho más útil preguntarse cómo es que uno va creando tantas situaciones enojosas.
¿Cuál cree usted que es la causa de todas estas frustraciones? ¿Qué es lo que usted emite, que genera en los otros la necesidad de irritarlo? ¿Por qué cree que necesita enojarse para conseguir lo que quiere?

Cualquier cosa que demos, la volvemos a recibir. Si lo que damos es enojo, estamos creando situaciones que nos darán motivos de enojo, como si nos quedáramos en un rincón con un sombrero de burro, sin ir a ninguna parte.

Si mis palabras han hecho que usted se enfadara, ¡perfecto! Es que deben estar dando en el blanco. Y eso es algo que usted, si quisiera, podría cambiar.

TOME LA DECISION DE DISPONERSE A CAMBIAR

Si realmente quiere saber hasta que punto es terco, encare la idea de estar  “dispuesto”  a cambiar. Todos queremos que nuestra vida cambie, que nuestra situación mejore, pero no queremos tener que cambiar. Mas bien querríamos que cambiaran  ~ellos~. Para hacer que eso suceda, “debemos cambiar nosotros interiormente” Debemos cambiar nuestra manera de pensar, nuestra manera de hablar, nuestra manera de expresarnos. Solo entonces se producirán los cambios externos.

Este es el paso siguiente. Ya nos hemos dedicado bastante a aclarar cuales son los problemas y de donde provienen. Ahora es hora de “disponerse a cambiar”.

Yo he sido siempre muy  terca. Incluso ahora hay veces que, cuando decido hacer algún cambio en mi vida, esa terquedad aflora y refuerza mi resistencia a cambiar mi modo de pensar. Y puedo volverme temporalmente incoherente y, enfadada, refugiarme en mi misma.

Si, eso me sigue pasando después de tantos años de trabajo. Es una de las lecciones que he aprendido, porque ahora, cuando me sucede, se que me encuentro ante un punto crucial en mi camino.


Cada vez que decido hacer un cambio en mi vida, para liberar alguna otra cosa, tengo que profundizar más en mi misma. Cada uno de esos viejos estratos debe ceder para ser reemplazado por maneras de pensar nuevas. A veces es fácil, y otras es como empeñarse en levantar una piedra con una pluma.

Cuanto más tenazmente me aferro a una vieja creencia, cuando he dicho que quiero cambiar, más segura estoy de que ese cambio es importante para mí. Y sólo al ir experimentando y, por tanto, aprendiendo estas cosas puedo luego enseñarlas a otras personas.

Estoy segura de que muchos maestros realmente buenos no nacieron en hogares felices donde todo era fácil, sino que han experimentado mucho dolor y sufrimiento, y han ido superando diversas vivencias negativas hasta llegar al punto desde donde, ahora, pueden ayudar a que otros se liberen. La mayoría de los buenos maestros trabajan continuamente para seguir liberándose, para hacer desaparecer limitaciones cada vez más profundas. Y eso llega a ser una ocupación de toda la vida.

La diferencia principal entre cómo solía trabajar yo en esta labor de liberación de creencias y la forma en que lo hago hoy reside en que ahora ya no tengo que enojarme conmigo misma para hacerlo. En estos momentos, ya no creo que sea una persona porque todavía encuentre en mí cosas para cambiar.


LA LIMPIEZA DE LA CASA

El trabajo mental que hago ahora es como manejar una casa. Voy recorriendo mis habitaciones mentales y examinando las ideas y creencias que hay en ellas. Como algunas me gustan, las limpio y las pulo, y hago que me sigan sirviendo. Veo que hay que reemplazar o reparar algunas, y me ocupo de ellas tan pronto puedo. Otras son como el periódico de ayer, o como ropa y revistas viejas: ya no me sirven. Entonces las doy o las tiro a la basura, y me deshago de ellas para siempre.  Para hacer todo esto, no es necesario que me enoje ni que sienta que soy mala persona.

Ejercicio: Estoy dispuesto a cambiar

Vamos a usar la afirmación: “Estoy dispuesto a cambiar”  Repítala con frecuencia, reiteradamente. Mientras dice “Estoy dispuesto a cambiar”, tóquese la garganta. En el cuerpo, la garganta es el centro energético donde se produce el cambio. Al tocársela, usted reconocerá que se encuentra en un proceso de cambio.

Cuando la necesidad de cambiar algo aparezca en su vida, esté dispuesto a permitir que ese cambio suceda. Tome conciencia de que allí donde usted “no quiere cambiar”, es exactamente, donde más necesita cambiar. Repita: “Estoy dispuesto a cambiar”.

La Inteligencia Universal responde siempre a lo que usted piensa y dice. Cuando usted formule este enunciado, las cosas empezarán decididamente a cambiar.

HAY MUCHAS MANERAS DE CAMBIAR

Trabajar con mis ideas no es la única manera de cambiar, hay muchos otros métodos que funcionan muy bien. Al final del libro incluyo una lista de maneras en que puede usted abordar su propio proceso de crecimiento.

Piense ahora en unos pocos. Tenemos el enfoque espiritual, el mental y el físico. La curación holista incluye cuerpo, mente y espíritu. Se puede empezar por cualquiera de estos dominios, siempre y cuando en última instancia se los incluya a todos. Hay quien empieza por la parte mental, acudiendo a seminarios o sometiéndose a terapia. Otros comienzan por el ámbito espiritual, orando o haciendo meditación.

Cuando decide uno “limpiar su casa”, en realidad no importa por qué habitación empiece. Puede usted hacerlo por aquella que más le apetezca y las otras casi se irán limpiando solas.

Las personas que comienzan por el nivel espiritual y están habituadas a comer mal, suelen encontrarse con que les atrae la nutrición. Conocen a alguna persona, o encuentran un libro, o van a una clase que les hace entender que lo que están dando de comer a su cuerpo puede tener mucho que ver con la forma en que se sienten y el aspecto que tienen. Mientras se está dispuesto a crecer y a cambiar, un nivel siempre irá conduciendo al otro.

Yo doy muy pocos consejos referentes a la nutrición, porque he descubierto que todos los sistemas funcionan para alguna u otra persona. El hecho es que cuento con una red local de buenos especialistas en el campo holista, y les mando a mis clientes cuando veo que necesitan esa información. Se trata de un terreno en donde uno debe encontrar solo su camino, o bien recurrir a un especialista que pueda orientarlo.

Muchos libros sobre nutrición han sido escritos por personas que estuvieron muy enfermas y elaboraron un sistema para su propia curación. Después escribieron un libro para divulgar el método que usaron. Pero no todo el mundo es igual.

Por ejemplo, la dieta macrobiótica y el naturismo crudívoro son dos enfoques totalmente diferentes. Los crudívoros jamás cocinan nada, raras veces consumen cereales, se cuidan muchísimo de comer fruta y verdura en la misma comida y nunca usan la sal. Ambos sistemas funcionan, ambos han conseguido curaciones, pero ninguno de los dos es bueno para todos los organismos.

Mi teoría personal de la nutrición es simple. Si crece, cómalo. Si no crece, no lo coma.

Hay que ser consciente del acto de comer; es como prestar atención a nuestros pensamientos. También podemos aprender a prestar atención al cuerpo ya las señales que nos envía cuando comemos.

Limpiar la casa mental después de toda una vida de complacerse en pensamientos negativos es un poco como iniciar un programa de buena nutrición tras haberse pasado la vida alimentándose mal. Son dos situaciones que con frecuencia producen crisis de curación. A medida que uno empieza a cambiar su dieta física, el cuerpo comienza a deshacerse de la acumulación de residuos tóxicos, y cuando esto sucede, uno puede sentirse pésimamente durante un par de días. Así también, cuando se decide cambiar las pautas mentales, puede parecer que durante un tiempo las circunstancias empeorasen.

Recuerde lo que pasa al terminar la cena de Nochebuena, cuando llega el momento de limpiar la cazuela donde se cocinó el pavo. Como está toda quemada y llena de costras, usted la pone en agua hirviendo con detergente y la deja remojar un rato antes de empezar a fregarla. Y entonces sí que “realmente” está frente a un desastre; todo parece peor que nunca. Pero si sigue fregando sin desanimarse, la cazuela pronto quedará como nueva.

Lo mismo pasa cuando uno se quiere quitar las incrustaciones mentales. Cuando las remojamos con ideas nuevas, todos los pegotes salen a la superficie y se ven más. Insista en repetir las nuevas afirmaciones, y verá qué pronto se habrá librado totalmente de una vieja limitación.

Ejercicio: La disposición de cambiar

Entonces, hemos decidido que estamos dispuestos a cambiar, y que usaremos todos los métodos que nos den buen resultado, sin excepción. Quisiera describirles uno de los métodos que uso conmigo misma y  también con otras personas.

Primero, vaya a mirarse al espejo y dígase: “Estoy dispuesto a cambiar”
Observe cómo se siente. Si advierte vacilaciones o resistencias o ve que simplemente no quiere cambiar, pregúntese por qué. ¿A qué antigua creencia está aferrándose? Le ruego que no se riña; limítese a observar de qué se trata. Apuesto a que esa creencia le ha causado mil problemas, y quisiera saber de dónde proviene. ¿Usted no lo sabe?

Pero no importa que sepamos o no de dónde viene; hagamos algo por disolverla, ahora mismo. Vuelva otra vez al espejo y, mirándose profundamente a los ojos, tóquese la garganta y diga diez veces, en voz alta: “Estoy dispuesto a abandonar toda resistencia”.

Los trabajos con el espejo son muy poderosos. La mayor parte de los mensajes negativos que recibimos de niños venían de personas que nos miraban directamente a los ojos, y que quizá nos amenazaban con un dedo. Hoy, cada vez que nos miramos al espejo, casi todos nos decimos algo negativo: nos criticamos por nuestra apariencia o nos regañamos por algo. Mirarse directamente a los ojos y expresar algo positivo sobre uno mismo es, en mi opinión, la manera más rápida de obtener resultados con las afirmaciones.

En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. Ahora, serena y objetivamente, decido revisar mis viejas pautas y me dispongo a hacer cambios. Puedo aprender y estoy en disposición de hacerlo. Opto por pasármelo bien con esta tarea. He decidido que reaccionaré como si hubiera encontrado un tesoro cuando vea que puedo liberarme de algo más. Momento a momento, me veo y me siento cambiar. Las ideas ya no tienen poder alguno sobre mí. En mi mundo, yo soy el poder. Y yo escojo ser libre. Todo está bien en mi mundo.

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