CAPITULO 5 - Y AHORA, ¿QUÉ HACEMOS?
“Al ver el modelo que sigo, decido cambiarlo”
LA
DECISIÓN DE CAMBIAR
Una
vez han llegado a este punto, la reacción de muchas personas consiste en levantar
las manos al cielo, horrorizadas ante lo que podemos llamar el desastre de sus
vidas, y renunciar a cualquier intento de hacer nada. Otras se enfadan consigo
mismas o con la vida, y también abandonan la partida.
En
general, piensan que si la situación es desesperada, y parece imposible hacer
cambios, ¿para qué intentarlo? Y el razonamiento continúa así: “Quédate como
estás” Por lo menos es un sufrimiento que ya sabes cómo manejar. No te gusta,
pero ya lo conoces, y es de esperar que las cosas no empeoren.
Para
mí, el enfado habitual es como quedarse sentado en un rincón con un sombrero de
burro. ¿No les suena familiar? Sucede algo y uno se enfada; sucede otra cosa, y
vuelve a enfadarse, una y otra vez, pero nunca se va más allá del enojo.
¿De
qué sirve esto? Es una reacción tonta que desperdicie uno su tiempo sin hacer
nada más que enojarse. También es negarse a ver la vida de una manera nueva y
diferente.
Sería
mucho más útil preguntarse cómo es que uno va creando tantas situaciones
enojosas.
¿Cuál
cree usted que es la causa de todas estas frustraciones? ¿Qué es lo que usted
emite, que genera en los otros la necesidad de irritarlo? ¿Por qué cree que
necesita enojarse para conseguir lo que quiere?
Cualquier
cosa que demos, la volvemos a recibir. Si lo que damos es enojo, estamos
creando situaciones que nos darán motivos de enojo, como si nos quedáramos en
un rincón con un sombrero de burro, sin ir a ninguna parte.
Si
mis palabras han hecho que usted se enfadara, ¡perfecto! Es que deben estar
dando en el blanco. Y eso es algo que usted, si quisiera, podría cambiar.
TOME
LA DECISION DE DISPONERSE A CAMBIAR
Si
realmente quiere saber hasta que punto es terco, encare la idea de estar “dispuesto”
a cambiar. Todos queremos que nuestra vida cambie, que nuestra situación
mejore, pero no queremos tener que cambiar. Mas bien querríamos que
cambiaran ~ellos~. Para hacer que eso
suceda, “debemos cambiar nosotros interiormente” Debemos cambiar nuestra manera
de pensar, nuestra manera de hablar, nuestra manera de expresarnos. Solo
entonces se producirán los cambios externos.
Este
es el paso siguiente. Ya nos hemos dedicado bastante a aclarar cuales son los
problemas y de donde provienen. Ahora es hora de “disponerse a cambiar”.
Yo
he sido siempre muy terca. Incluso ahora
hay veces que, cuando decido hacer algún cambio en mi vida, esa terquedad
aflora y refuerza mi resistencia a cambiar mi modo de pensar. Y puedo volverme
temporalmente incoherente y, enfadada, refugiarme en mi misma.
Si,
eso me sigue pasando después de tantos años de trabajo. Es una de las lecciones
que he aprendido, porque ahora, cuando me sucede, se que me encuentro ante un
punto crucial en mi camino.
Cada
vez que decido hacer un cambio en mi vida, para liberar alguna otra cosa, tengo
que profundizar más en mi misma. Cada uno de esos viejos estratos debe ceder
para ser reemplazado por maneras de pensar nuevas. A veces es fácil, y otras es
como empeñarse en levantar una piedra con una pluma.
Cuanto
más tenazmente me aferro a una vieja creencia, cuando he dicho que quiero
cambiar, más segura estoy de que ese cambio es importante para mí. Y sólo al ir
experimentando y, por tanto, aprendiendo estas cosas puedo luego enseñarlas a
otras personas.
Estoy
segura de que muchos maestros realmente buenos no nacieron en hogares felices
donde todo era fácil, sino que han experimentado mucho dolor y sufrimiento, y
han ido superando diversas vivencias negativas hasta llegar al punto desde
donde, ahora, pueden ayudar a que otros se liberen. La mayoría de los buenos
maestros trabajan continuamente para seguir liberándose, para hacer desaparecer
limitaciones cada vez más profundas. Y eso llega a ser una ocupación de toda la
vida.
La
diferencia principal entre cómo solía trabajar yo en esta labor de liberación
de creencias y la forma en que lo hago hoy reside en que ahora ya no tengo que
enojarme conmigo misma para hacerlo. En estos momentos, ya no creo que sea una
persona porque todavía encuentre en mí cosas para cambiar.
LA
LIMPIEZA DE LA CASA
El
trabajo mental que hago ahora es como manejar una casa. Voy recorriendo mis
habitaciones mentales y examinando las ideas y creencias que hay en ellas. Como
algunas me gustan, las limpio y las pulo, y hago que me sigan sirviendo. Veo
que hay que reemplazar o reparar algunas, y me ocupo de ellas tan pronto puedo.
Otras son como el periódico de ayer, o como ropa y revistas viejas: ya no me
sirven. Entonces las doy o las tiro a la basura, y me deshago de ellas para
siempre. Para hacer todo esto, no es
necesario que me enoje ni que sienta que soy mala persona.
Ejercicio:
Estoy dispuesto a cambiar
Vamos
a usar la afirmación: “Estoy dispuesto a cambiar” Repítala con frecuencia, reiteradamente.
Mientras dice “Estoy dispuesto a cambiar”, tóquese la garganta. En el cuerpo,
la garganta es el centro energético donde se produce el cambio. Al tocársela,
usted reconocerá que se encuentra en un proceso de cambio.
Cuando
la necesidad de cambiar algo aparezca en su vida, esté dispuesto a permitir que
ese cambio suceda. Tome conciencia de que allí donde usted “no quiere cambiar”,
es exactamente, donde más necesita cambiar. Repita: “Estoy dispuesto a
cambiar”.
La
Inteligencia Universal responde siempre a lo que usted piensa y dice. Cuando
usted formule este enunciado, las cosas empezarán decididamente a cambiar.
HAY
MUCHAS MANERAS DE CAMBIAR
Trabajar
con mis ideas no es la única manera de cambiar, hay muchos otros métodos que
funcionan muy bien. Al final del libro incluyo una lista de maneras en que
puede usted abordar su propio proceso de crecimiento.
Piense
ahora en unos pocos. Tenemos el enfoque espiritual, el mental y el físico. La
curación holista incluye cuerpo, mente y espíritu. Se puede empezar por
cualquiera de estos dominios, siempre y cuando en última instancia se los incluya
a todos. Hay quien empieza por la parte mental, acudiendo a seminarios o
sometiéndose a terapia. Otros comienzan por el ámbito espiritual, orando o
haciendo meditación.
Cuando
decide uno “limpiar su casa”, en realidad no importa por qué habitación empiece.
Puede usted hacerlo por aquella que más le apetezca y las otras casi se irán
limpiando solas.
Las
personas que comienzan por el nivel espiritual y están habituadas a comer mal,
suelen encontrarse con que les atrae la nutrición. Conocen a alguna persona, o
encuentran un libro, o van a una clase que les hace entender que lo que están
dando de comer a su cuerpo puede tener mucho que ver con la forma en que se
sienten y el aspecto que tienen. Mientras se está dispuesto a crecer y a
cambiar, un nivel siempre irá conduciendo al otro.
Yo
doy muy pocos consejos referentes a la nutrición, porque he descubierto que
todos los sistemas funcionan para alguna u otra persona. El hecho es que cuento
con una red local de buenos especialistas en el campo holista, y les mando a
mis clientes cuando veo que necesitan esa información. Se trata de un terreno
en donde uno debe encontrar solo su camino, o bien recurrir a un especialista
que pueda orientarlo.
Muchos
libros sobre nutrición han sido escritos por personas que estuvieron muy
enfermas y elaboraron un sistema para su propia curación. Después escribieron
un libro para divulgar el método que usaron. Pero no todo el mundo es igual.
Por
ejemplo, la dieta macrobiótica y el naturismo crudívoro son dos enfoques
totalmente diferentes. Los crudívoros jamás cocinan nada, raras veces consumen
cereales, se cuidan muchísimo de comer fruta y verdura en la misma comida y
nunca usan la sal. Ambos sistemas funcionan, ambos han conseguido curaciones,
pero ninguno de los dos es bueno para todos los organismos.
Mi
teoría personal de la nutrición es simple. Si crece, cómalo. Si no crece, no lo
coma.
Hay
que ser consciente del acto de comer; es como prestar atención a nuestros
pensamientos. También podemos aprender a prestar atención al cuerpo ya las
señales que nos envía cuando comemos.
Limpiar
la casa mental después de toda una vida de complacerse en pensamientos
negativos es un poco como iniciar un programa de buena nutrición tras haberse
pasado la vida alimentándose mal. Son dos situaciones que con frecuencia
producen crisis de curación. A medida que uno empieza a cambiar su dieta
física, el cuerpo comienza a deshacerse de la acumulación de residuos tóxicos,
y cuando esto sucede, uno puede sentirse pésimamente durante un par de días.
Así también, cuando se decide cambiar las pautas mentales, puede parecer que
durante un tiempo las circunstancias empeorasen.
Recuerde
lo que pasa al terminar la cena de Nochebuena, cuando llega el momento de
limpiar la cazuela donde se cocinó el pavo. Como está toda quemada y llena de
costras, usted la pone en agua hirviendo con detergente y la deja remojar un
rato antes de empezar a fregarla. Y entonces sí que “realmente” está frente a
un desastre; todo parece peor que nunca. Pero si sigue fregando sin
desanimarse, la cazuela pronto quedará como nueva.
Lo
mismo pasa cuando uno se quiere quitar las incrustaciones mentales. Cuando las
remojamos con ideas nuevas, todos los pegotes salen a la superficie y se ven
más. Insista en repetir las nuevas afirmaciones, y verá qué pronto se habrá
librado totalmente de una vieja limitación.
Ejercicio:
La disposición de cambiar
Entonces,
hemos decidido que estamos dispuestos a cambiar, y que usaremos todos los
métodos que nos den buen resultado, sin excepción. Quisiera describirles uno de
los métodos que uso conmigo misma y
también con otras personas.
Primero,
vaya a mirarse al espejo y dígase: “Estoy dispuesto a cambiar”
Observe
cómo se siente. Si advierte vacilaciones o resistencias o ve que simplemente no
quiere cambiar, pregúntese por qué. ¿A qué antigua creencia está aferrándose?
Le ruego que no se riña; limítese a observar de qué se trata. Apuesto a que esa
creencia le ha causado mil problemas, y quisiera saber de dónde proviene.
¿Usted no lo sabe?
Pero
no importa que sepamos o no de dónde viene; hagamos algo por disolverla, ahora
mismo. Vuelva otra vez al espejo y, mirándose profundamente a los ojos, tóquese
la garganta y diga diez veces, en voz alta: “Estoy dispuesto a abandonar toda
resistencia”.
Los
trabajos con el espejo son muy poderosos. La mayor parte de los mensajes
negativos que recibimos de niños venían de personas que nos miraban
directamente a los ojos, y que quizá nos amenazaban con un dedo. Hoy, cada vez
que nos miramos al espejo, casi todos nos decimos algo negativo: nos criticamos
por nuestra apariencia o nos regañamos por algo. Mirarse directamente a los
ojos y expresar algo positivo sobre uno mismo es, en mi opinión, la manera más
rápida de obtener resultados con las afirmaciones.
En la infinitud
de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. Ahora, serena y
objetivamente, decido revisar mis viejas pautas y me dispongo a hacer cambios.
Puedo aprender y estoy en disposición de hacerlo. Opto por pasármelo bien con
esta tarea. He decidido que reaccionaré como si hubiera encontrado un tesoro
cuando vea que puedo liberarme de algo más. Momento a momento, me veo y me
siento cambiar. Las ideas ya no tienen poder alguno sobre mí. En mi mundo, yo
soy el poder. Y yo escojo ser libre. Todo está bien en mi mundo.
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