CAPITULO 6 - LA RESISTENCIA AL CAMBIO
“Me muevo con el ritmo y el fluir de la vida, siempre
cambiante”.
LA
CONCIENCIA ES EL PRIMER PASO HACIA LA CURACIÓN
Cuando
llevamos algún modelo mental profundamente sepultado en nuestro interior, para
poder curarnos debemos empezar por tomar conciencia de ello. Quizás hablemos al
respecto con alguien, o veamos aparecer el mismo modelo mental en otras
personas. De una manera o de otra, emerge a la superficie, nos llama la
atención y empezamos a tener alguna relación con ello. Con frecuencia, atraemos
hacia nosotros a un maestro, un amigo, una clase, un seminario o un libro que
comienza a sugerirnos maneras nuevas de abordar la disolución del problema.
Mi
propio despertar se inició con un comentario casual de un amigo sobre una
reunión de la que le habían hablado, y aunque él no iba a ir, yo sentí no sé
qué respuesta interior y fui. Aquella pequeña reunión fue mi primer paso por la
senda de mi evolución. Hasta cierto
tiempo después no me di cuenta de su importancia.
Con
frecuencia, en esta primera etapa nuestra reacción es pensar que todo eso es
una tontería, o que no tiene sentido. Puede ser que nos parezca demasiado
fácil, o inaceptable para nuestras ideas. El hecho es que no queremos hacerlo,
y nuestra resistencia cobra muchísima fuerza. Hasta es posible que nos
enfademos sólo con pensar en hacer “eso”.
Una
reacción así es excelente, si podemos entender que es el primer paso en nuestro
proceso de curación. Yo le digo a la gente que cualquier reacción que puedan
tener sirve para demostrarles que han iniciado ya el proceso curativo. La
verdad es que el proceso se inicia en el momento en que empezamos a pensar en
cambiar.
La
impaciencia no es más que otra forma de resistencia: es la resistencia a
aprender y a cambiar. Cuando exigimos que todo se haga ahora mismo, que se
complete de inmediato, no nos estamos dando el tiempo necesario para aprender
la lección implícita en el problema que nos hemos creado.
Si
usted quiere ir a la habitación de al lado, tiene que levantarse y avanzar paso
a paso en esa dirección. Con quedarse sentado deseando estar en la otra
habitación no se arregla nada. Pues es lo mismo. Todos queremos terminar con
nuestros problemas, pero no queremos hacer las pequeñas cosas que, sumadas, nos
darán la solución.
Ahora
es el momento de reconocer nuestra responsabilidad por haber creado esa
situación o ese estado. No estoy
hablando de sentirse culpable, ni de que nadie sea una “mala persona”
por estar donde está. A lo que me refiero es a reconocer ese “poder interior”
que transforma en experiencia cada uno de nuestros pensamientos. En el pasado,
sin saberlo, usamos ese poder para crear cosas que no queríamos experimentar,
porque no nos dábamos cuenta de lo que hacíamos. Ahora, al reconocer nuestra
responsabilidad, “tomamos conciencia” de este poder, y aprendemos a usarlo
conscientemente de manera positiva y en beneficio nuestro.
Con
frecuencia, cuando sugiero una solución a un cliente –puede ser una manera
nueva de abordar un asunto, o bien perdonar a una persona relacionada con él-
veo cómo empieza a contraer y adelantar la mandíbula, y cómo cruza tensamente
los brazos sobre el pecho, a veces
incluso cerrando los puños. La resistencia está subiendo a escena, y entonces
sé que he acertado exactamente con lo que es necesario hacer.
Todos
tenemos lecciones por aprender. Las cosas que nos resultan difíciles no son más
que las lecciones que hemos decidido tomar. Si las cosas nos resultan fáciles,
es porque ya las sabemos hacer.
LAS
LECCIONES SE PUEDEN APRENDER MEDIANTE EL HECHO DE DARSE CUENTA
Si
piensa en lo que le resulta más difícil hacer, y en cuánto se resiste a
hacerlo, está enfrentándose con lo que en ese momento es para usted la lección
más importante. Entregarse, abandonar la resistencia y permitirse aprender lo
que necesita aprender, le facilitará más aún el pago siguiente. No deje que su
resistencia le impida cambiar. Podemos trabajar en dos niveles 1)- Atendiendo a
la resistencia, y 2)- Realizando pese a todo los cambios mentales necesarios.
Obsérvese, observe su resistencia, y luego, de todas maneras, siga adelante.
LAS
CLAVES NO VERBALES
Con
frecuencia nuestras acciones revelan nuestra resistencia. Por ejemplo:
Cambiar
de tema. Irse de la habitación. Ir al
lavabo. Llegar tarde. Descomposición de estómago.
Aplazar
la decisión, ya sea: Haciendo otra cosa. Trabajando. Perdiendo el tiempo. Apartar la vista o mirar por la
ventana. Hojear una revista. Negarse a atender. Comer, beber o fumar. Entablar
o romper una relación. Estropear algo:
el coche, un electrodoméstico, un grifo, lo que sea.
LAS
SUPOSICIONES
Con
frecuencia suponemos cosas que nos ayudan a justificar nuestra resistencia,
diciendo, por ejemplo:
De
todas maneras no serviría de nada. Mi
marido (mujer) no lo entendería. Tendría que cambiar toda mi personalidad. Sólo
los chiflados van a ver a un terapeuta. No podrían hacer nada con mi problema.
No podrían manejar mi agresividad. Mi caso es diferente. No quiero que se
preocupen. Ya se resolverá solo. Eso nadie lo hace.
LAS
CREENCIAS
Crecemos
con creencias que alimentan nuestra resistencia al cambio. Algunas de las ideas
que nos limitan son:
No
se hace. No está bien. No está bien que yo haga eso. Eso no sería espiritual.
Si uno está en el camino espiritual, no se enfada. Los hombres (o las mujeres)
no hacen eso. En mi familia no se hace. El amor no es para mí. Eso no es más
que una tontería. Es demasiado lejos para ir con el coche. Representa demasiado
trabajo. Es demasiado caro. Llevará demasiado tiempo. No creo en esas cosas. No
soy esa clase de persona.
ELLOS
Cedemos
nuestro poder a otros y los ponemos como excusa de nuestra resistencia al
cambio. Entonces, pensamos y decimos cosas como éstas:
Dios
no lo permitirá. Estoy preparando a tener una buena configuración planetaria.
El ambiente no es adecuado. No me dejarán cambiar. No tengo el maestro (o el
libro o las herramientas....) que necesito. El médico no me lo permite. Mi
trabajo no me deja tiempo. No quiero caer bajo su influencia. Es todo culpa de....
El (o ella) tiene que cambiar primero. Lo haré tan pronto como consiga....Ellos
no me entienden. No quiero que se ofendan. Mi religión (o mi educación o mi
filosofía....) no me lo permite.
LOS
CONCEPTOS SOBRE UNO MISMO
Usamos
como condiciones limitativas o como resistencias al cambio las ideas que
tenemos sobre nosotros mismos. Solemos decir que somos:
DEMASIADO:
viejos, jóvenes, gordos, delgados, altos, bajos haraganes, fuertes, débiles,
tontos, listos, pobres, insignificantes, frívolos, serios, engreídos, quizá
todo esto sea demasiado.
LAS
TACTICAS DILATORIAS
Nuestra
resistencia a cambiar se expresa a menudo de esta manera. Usamos excusas como:
Lo
haré más tarde. Ahora no puedo. Ahora no tengo tiempo. Robaría demasiado tiempo
a mi trabajo. Sí que es una buena idea. Alguna vez lo haré. Tengo demasiadas
cosas que hacer. Me lo pensaré mañana. Lo haré tan pronto como termine con....
Lo haré cuando vuelva de viaje. No es el mejor momento. Es demasiado tarde, o
demasiado pronto.
LA
NEGACIÓN
Esta
forma de resistencia se manifiesta negando la necesidad de hacer ningún cambio,
con expresiones como:
Si
a mí no me pasa nada. Es un problema que no puedo remediar. La vez pasada
estaba bien. ¿Y de qué me serviría cambiar? Tal vez el problema desaparezca si
no le hago caso.
EL
MIEDO
La
categoría más ampliada de la resistencia al cambio es, con mucho, el
miedo....el miedo a lo desconocido. Fíjense en estos ejemplos:
Todavía
no estoy listo. ¿Y si fracasara? Tal vez me rechacen. Que pensarían los vecinos
No quiero destapar esa olla. Me da miedo decírselo a mi marido (o a mi mujer)
No sé lo suficiente. Podría hacerme daño. Para eso tendría que cambiar. Me
costaría dinero. Antes que eso me muero (o me divorcio) No quiero que nadie
sepa que tengo un problema. Me da miedo expresar mis sentimientos. No quiero
hablar de eso. No tengo energía suficiente. Quién sabe adónde iríamos a parar.
Puedo perder la libertad. Es demasiado difícil de hacer. En este momento no
tengo dinero. Podría hacerme daño en la espalda. Yo no quiero ser perfecto.
Podría perder amigos.
Yo
no confío en nadie. Así dañaría mi imagen. No sirvo para nada.
Y
podríamos continuar con la lista indefinidamente. ¿Reconoce “usted” como suyo
alguno de estos enunciados? Ahora, fíjese en la resistencia al cambio que
aparece en estos ejemplos.
Una
clienta vino a verme porque sufría fuertes dolores. Se había roto la espalda, el cuello y una
rodilla en sendos accidentes de automóvil.
Llegó tarde, porque se perdió y luego se encontró con un atasco de
tráfico.
No
tuvo ninguna dificultad para contarme todas sus dificultades, pero tan pronto
como intenté hablar un momento, empezaron los problemas. Los lentes de contacto empezaron a
molestarle, se le ocurrió cambiarse de asiento, tuvo que ir al lavabo, necesitó
quitarse las lentillas... Durante el resto de la sesión no conseguí que me
atendiera.
Todo
eso eran resistencias: no estaba preparada para dejarse curar. Descubrí que tanto su hermana como su madre
también se habían roto en dos oportunidades la espalda.
Otro
cliente era un actor, mimo y saltimbanqui callejero y excelente por demás. Se jactaba de lo listo que era para engañar a
otros, en especial, a las instituciones.
El sabía cómo salir bien de todo, y, sin embargo, nunca salía bien de
nada. Estaba siempre sin un duro,
atrasado por lo menos un mes en el alquiler, muchas veces sin teléfono. Su ropa daba lástima, trabajaba muy
esporádicamente, tenía dolores por todas partes y su vida amorosa era un
desastre.
Su
teoría era que no podía abandonar su actitud, mientras no le sucediera algo
bueno en la vida. Naturalmente, con lo que él daba, nada bueno podía
sucederle. Primero tenía que dejar de
engañar. Su resistencia se debía a que
no estaba preparado para renunciar a su antigua manera de ser.
DEJE
EN PAZ A SUS AMIGOS
A
menudo sucede que, en vez de ocuparnos de nuestros propios cambios, decidimos
que son nuestros amigos quienes tienen que cambiar. Eso también es resistencia al cambio.
Cuando
empecé a trabajar tuve una clienta que
me enviaba a ver a todas sus amigas que estaban en el hospital. En vez de
mandarles flores, me hacía ir a remediar sus problemas. Yo llegaba, provista de
mi grabador, y casi siempre me encontraba con alguien que estaba en una cama y
no sabía por qué aparecía yo allí, ni entendía lo que estaba haciendo. Eso fue antes de que aprendiera a no trabajar
nunca con nadie que no me lo hubiera pedido.
Hay clientes que vienen a verme porque un amigo les ha pagado una sesión de regalo. Generalmente, esto no funciona, y es raro que
regresen para seguir trabajando.
Cuando
algo nos ha dado buen resultado, es normal que queramos compartirlo. Pero es
probable que los demás no estén listos para cambiar en ese momento y esa
circunstancia precisos. Ya bastante difícil es cambiar cuando queremos hacerlo,
pero intentar que otra persona cambie cuando no quiere es imposible, y puede
arruinar una buena amistad. Yo empujo a
mis clientes porque ellos me han buscado, pero dejo en paz a mis amigos.
TRABAJE
CON EL ESPEJO
Los
espejos nos devuelven la imagen de lo que sentimos por nosotros mismos,
mostrándonos claramente qué es lo que hemos de cambiar si queremos tener una
vida gratificante y jubilosa. Yo pido a mis clientes que cada vez que pasen por
delante de un espejo se miren a los ojos y se digan algo positivo sobre sí
mismos. Esta es la manera más poderosa
de hacer afirmaciones: mirarse en el espejo y decirlas en voz alta.
Inmediatamente uno se da cuenta de la resistencia, y así puede superarla con
más rapidez. Será bueno que tenga usted
un espejo a mano mientras lee este libro; úselo con frecuencia para las
afirmaciones, y para verificar cuándo se resiste, o cuándo tiene una actitud
suelta y de apertura.
Ahora,
mírese en el espejo y dígase; “Estoy dispuesto a cambiar”
¿Cómo
se siente? Si vacila, se resiste o simplemente no quiere cambiar, pregúntese por
qué. ¿A qué antigua creencia está aferrándose?
Este no es momento de reñirse.
Limítese a notar qué es lo que le
pasa, y qué creencia aflora a la superficie, porque se trata de lo que ha
estado causándole tantos problemas. ¿Puede reconocer de dónde proviene?
Cuando
al pronunciar las afirmaciones nos suenan a falsas o parece que no sucediera
nada, es muy fácil decir que no funcionan. Pero no es que no funcionen, sino
que necesitamos dar un paso previo antes de empezar con ellas.
LAS
PAUTAS REPETIDAS NOS MUESTRAN NUESTRAS NECESIDADES
Por
cada hábito que tenemos, por cada experiencia que reiteramos en diversas
ocasiones, por cada pauta que repetimos hay dentro de nosotros “una necesidad”
que corresponde a alguna creencia. Si no hubiera necesidad, no haríamos o no
seríamos eso. Dentro de nosotros hay
algo que necesita ser gordo, tener malas relaciones, fracasar, fumar,
enfadarse, ser pobre, sentirse humillado o lo que fuere que sea nuestro
problema.
¿Cuántas
veces hemos dicho que jamás volveremos a hacer eso? Y antes que termine el día
nos hemos atiborrado de chocolate, nos hemos fumado un paquete de cigarrillos,
hemos dicho algo hiriente a un ser querido....Y encima complicarnos el problema enfadándonos con
nosotros mismos: “No tienes fuerza de voluntad ni disciplina” ¡Qué debilidad de
carácter! Expresiones así no hacen más que aumentar nuestro ya pesado
cargamento de culpa.
ESO
NO TIENE NADA QUE VER CON LA DISCIPLINA NI LA FUERZA DE VOLUNTAD
No
importa de qué estemos tratando de liberarnos: no es más que un síntoma, un
efecto exterior. Empeñarse en eliminar el síntoma sin ningún intento de
disolver la causa, de nada sirve; en el momento en que la fuerza de voluntad o
la disciplina aflojan, el síntoma vuelve a aparecer.
LA
DISPOSICIÓN A RENUNCIAR A LA NECESIDAD
-
En usted tiene que haber una necesidad de este síntoma- les
digo a mis clientes -, porque si no, no lo tendría. Vamos a retroceder un paso
para trabajar con su “disposición a renunciar a la necesidad”. Cuando ésta haya
desaparecido, o usted ya no tendrá deseos de fumar o de comer en exceso o de
llevar a cabo cualquier otra pauta negativa.
Una
de las primeras afirmaciones que uso es: “Estoy dispuesto a renunciar a mi necesidad de
resistencia
(o de dolor de cabeza, estreñimiento, kilos de más, escasez de dinero o lo que
sea)”. Diga:
“Estoy dispuesto a renunciar a mi necesidad de.....) Si en este punto encuentra
resistencia, entonces sus otras afirmaciones no pueden funcionar.
Es
menester desenmarañar las telarañas en que nos envolvemos. Si alguna vez ha tenido que desenredar un
ovillo de hilo, sabe que tironeando para
un lado y para otro sólo se consigue empeorar las cosas. Es necesario ir deshaciendo los nudos con
mucha suavidad y paciencia. Sea suave y
paciente “consigo mismo” para desenredar sus propios nudos mentales. Busque ayuda si la necesita, pero, sobre
todo, cultive el amor a sí mismo mientras lo hace. La “disposición” a liberarse de lo viejo es
la clave; ahí está el secreto.
Cuando
hablo de “necesitar el problema”, me refiero a que, de acuerdo con nuestro
personal conjunto de modelos mentales, “necesitamos” tener ciertas experiencias
u obtener ciertos efectos externos. Cada
efecto externo es la expresión natural de un modelo mental interno. Combatir solamente el efecto o el síntoma es
un desperdicio de energía, que a menudo no hace más que agravar el problema.
SENTIRSE
INDIGNO PROVOCA INDECISIÓN
Si
uno de mis modelos mentales me señala que soy “indigno”, es probable que uno de
los efectos que obtenga sea la indecisión. Después de todo, la indecisión es
una manera de impedirnos llegar a donde
decimos que queremos ir. La mayoría de la gente que posterga sus decisiones se
pasa mucho tiempo y desperdicia mucha energía reprochándose su indecisión. Se
tachan a sí mismos de ociosos y, en general, se empeñan en sentir que son seres
“malos”.
El RESENTIMIENTO POR EL BIEN AJENO
Tuve
un cliente a quien le encantaba que estuvieran pendientes de él, y generalmente
llegaba tarde a clase para llamar la atención. Había sido el menor de 18 hijos,
y cuando se trataba de recibir era el último de la lista. De niño, estaba
siempre mirando cómo sus hermanos recibían lo que fuere mientras él esperaba
ansiosamente su turno, y ya adulto, cuando a alguien le iba bien, no era capaz
de compartir su regocijo.
-Oh,
ojalá yo pudiera tener (o hacer) lo mismo- decía en cambio.
Su
resentimiento por el bien ajeno era una barrera para su crecimiento y su
posibilidad de cambio.
EL
SENTIMIENTO DEL PROPIO VALOR ABRE MUCHAS PUERTAS
Vino
a verme una clienta de 79 años, que enseñaba canto. Varios alumnos suyos
estaban haciendo anuncios para la tv. Ella también quería hacerlos, pero le
daba miedo. La apoyé sin la menor reserva, explicándole:
-
No hay nadie como usted. En el mundo hay gente que busca
exactamente lo que usted puede ofrecer. Hágales saber de su existencia.
La
mujer llamó a varias agencias, diciendo:
-
Soy una persona muy mayor, y quiero hacer anuncios.
-
Poco
tardó en aparecer en un anuncio, y desde entonces nunca le ha faltado trabajo.
Con frecuencia veo su imagen en la TV y en revistas. Cualquier edad es buena
para empezar una carrera, especialmente cuando se hace por diversión.
CON
LA AUTOCRITICA NUNCA SE DA EN EL BLANCO
Autocriticarse
es algo que sólo sirve para intensificar la indecisión y la holgazanería. La
orientación que hay que dar a la energía mental es la de liberarse de lo viejo
y crear modelos mentales nuevos.
Dígase:
Estoy dispuesto a renunciar a
la necesidad de no ser digno. Soy digno de lo mejor que hay en la vida, y con
amor me permito aceptarlo. A medida que pase unos días repitiendo esta
afirmación, el efecto externo que es la indecisión empezará automáticamente a
desaparecer. A medida que me cree interiormente un modelo que reconozca mi
propio valor, ya no tendré necesidad de negar mis buenas condiciones.
Puede
aplicar esta misma actitud a cualquier otra pauta negativa (con su
correspondiente efecto externo) que haya en su vida. Dejemos de perder tiempo y energía
reprendiéndonos por algo que no podemos dejar de hacer si íntimamente tenemos
ciertas creencias. CAMBIEMOS ESAS
CREENCIAS.
No
importa de qué manera lo aborde usted, ni cuál sea el tema de que estamos
hablando: tratamos sólo con ideas, y las ideas SE PUEDEN CAMBIAR.
Si
queremos cambiar algo, es necesario que lo digamos: “Estoy dispuesto a
renunciar al modelo mental interno que está provocando esto”.
Puede
decírselo y repetírselo una y otra vez, siempre que se acuerde de su enfermedad
o su problema. En el momento en que lo dice, está saliendo del grupo de las
víctimas y dejando de ser impotente, porque está reconociendo su propio poder.
Está diciendo que comienza a entender que fue usted quien creó aquello, y que
va a recuperar su propio poder al renunciar a aquella antigua idea y separarse
de ella.
LA
AUTOCRÍTICA
Tengo
una clienta que es capaz de comerse medio kilo de mantequilla y cualquier otra
cosa de la que pueda echar mano cuando no puede aguantar sus propios
pensamientos negativos. Al día siguiente
está furiosa con su cuerpo, porque es gordo.
De pequeña, daba la vuelta a la mesa, cuando la familia había acabado de
cenar, terminándose lo que queda en cada plato, acompañándolo con mantequilla.
Sus padres se reían: aquello les parecía divertido. Casi se puede decir que era la única
aprobación que mi clienta recibía de su familia.
Cuando
usted se regaña, cuando se humilla, cuando “se da la paliza” a sí mismo,
pregúntese a quién está tratando de esa manera.
Casi
toda nuestra programación, tanto negativa como positiva, es algo que aceptamos
en la época en que teníamos tres años. A partir de entonces, nuestras
experiencias se basan en lo que en aquel momento aceptábamos y creíamos de
nosotros mismos y de la vida. La forma en que nos trataban cuando éramos muy pequeños
es habitualmente la forma en que ahora nos tratamos. La persona a quien usted está riñendo es un
niño de tres años que lleva dentro.
Si
usted es una de esas personas que se encolerizan consigo mismas porque son
temerosas y pusilánimes, piense que tiene tres años. Si tuviera delante a un
niño de tres años que tuviera miedo, ¿qué haría? ¿Se enfadaría con él, o le
tendería los brazos y lo consolaría hasta que se sintiera cómodo y seguro?
Quizá los adultos que lo rodeaban cuando usted era pequeño no hayan sabido cómo
consolarlo entonces. Ahora “usted” es el
adulto en su vida, y si no sabe consolar a la criatura que lleva dentro,
realmente es algo muy triste.
Lo
que hizo en el pasado está hecho: lo pasado, pasado.
Pero
este momento es el presente, y ahora usted tiene la oportunidad de tratarse
como desea que lo traten. Un niño asustado necesita que lo consuelen, no que lo
reprendan. Si usted se reprende, se
asustará más, y no encontrará a quien volverse.
Cuando el niño de dentro se siente inseguro, crea muchísimos problemas
¿Recuerda cómo se sentía cuando lo humillaban de pequeño? Pues de la misma
manera
se siente ahora ese niño que lleva dentro “Sea
bondadoso consigo mismo. Empiece a
amarse y a demostrarse aprobación”. Es lo que necesita esa criatura para
expresar al máximo sus potencialidades.
En la infinitud
de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. Todas las
resistencias que llevo dentro de mí, las veo sólo como algo a lo que he de
renunciar. No tienen poder sobre mí, porque el poder en mi mundo soy yo. Como
mejor puedo, me adapto a los cambios que se producen en mi vida. Me apruebo y
apruebo la forma en que estoy cambiando. Estoy haciendo todo lo que puedo, y
cada día es más fácil. Con júbilo sigo el ritmo y la fluencia eternos de los
cambios en mi vida. Hoy es un día maravilloso, porque yo decido hacerlo así.
Todo está bien en mi mundo.
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