SEGUNDA
PARTE - UNA SESION CON LOUISE -
CAPITULO 2 - ¿CUÁL ES EL PROBLEMA?
“No
hay peligro en mirar hacia delante”
EL CUERPO NO ME FUNCIONA
Me duele, me sangra, me molesta, supura, se me tuerce, se hincha, cojea,
me arde, envejece, ve mal, es una ruina... Más cualquier otra queja que a usted
se le ocurra. Creo que ya las he oído
todas.
MIS RELACIONES NO FUNCIONAN
Son sofocantes, exigentes, no
están nunca, no me apoyan, siempre están criticándome, no me quieren, jamás me
dejan tranquilo, están todo el tiempo metiéndose conmigo, no se preocupan por
mí, me llevan por delante, jamás me escuchan, etc. Más cualquier otra queja que a usted se le
ocurra. Sí, todas éstas las he oído también muchas veces.
MIS FINANZAS NO FUNCIONAN
Mis entradas son insuficientes, irregulares, no me bastan, el dinero se
me va más rápido de lo que entra, no me alcanza para pagar las cuentas, se me
escurre entre los dedos, etc. Más
cualquier otra queja que a Ud. se le ocurra. ¡Claro que las he oído todas!
MI VIDA NO FUNCIONA
Jamás consigo hacer lo que
quiero. No puedo contentar a nadie. No
sé lo que quiero. Nunca me queda tiempo
para mí. Mis necesidades y deseos
siempre quedan postergados. Si hago esto
no es más que por complacerlos. No soy
más que un felpudo. A nadie le importa
lo que yo quiero. No tengo talento. No
soy capaz de hacer nada bien. No hago más que postergar decisiones. A mí nada
me sale bien. Etcétera. Más cualquier otra queja que a ud. se le ocurra. He
oído todas éstas y muchas más.
Cada vez que le pregunto a una
clienta (o un cliente) nueva qué es lo que le pasa, por lo general recibo una
de estas respuestas....o quizá varias.
Realmente, ellos creen que conocen el problema, pero yo sé que esas
quejas no son más que el efecto externo de formas de pensar, que son
internas. Por debajo de las pautas
internas del pensamiento se oculta otra pauta, más profunda y más fundamental,
que es la base de todos los efectos externos.
Escucho las palabras que usan,
mientras les voy haciendo algunas preguntas básicas:
¿Qué está sucediendo en su
vida?, ¿Cómo anda la salud? ¿Cómo se gana la vida?, ¿Le gusta su trabajo?,
¿Cómo van sus finanzas?, ¿Cómo es su vida amorosa?, ¿Cómo terminó su última
relación? y la anterior a ésa, ¿cómo terminó?
Hábleme brevemente de su niñez.
Observo las posturas
corporales y los movimientos faciales, pero sobre todo, escucho realmente lo
que dicen y cómo lo dicen. Las ideas y las palabras crean nuestras experiencias
futuras. Mientras las escucho, puedo
entender fácilmente por qué esas personas tienen precisamente esos
problemas. Las palabras que pronunciamos
son indicadores de lo que interiormente pensamos. A veces, las palabras que usan mis clientes
no cuadran con las experiencias que describen.
Entonces sé que no están en contacto con lo que realmente sucede, o que
me están mintiendo; una de dos. Y cualquiera de las alternativas es un punto de
partida, y nos proporciona una base desde la cual comenzar.
Ejercicio: Debería
En
segundo lugar, les doy un block y un bolígrafo y les digo que escriban en lo
alto de la página:
Debería
________________________________
________________________________
_________________________________
Se
trata de hacer una lista de cinco o seis maneras de terminar esa oración. Hay personas a quienes se les hace difícil
empezar, y otras que tienen tantas cosas para escribir que se les hace difícil
detenerse. Después les pido que vayan leyendo las frases de la lista una a una,
comenzando cada oración con un “Debería” y a medida que las van leyendo, les
pregunto: ¿”Por qué?”. Las respuestas
que obtengo son interesantes y reveladoras, como las siguientes:
Porque
me lo dijo mi madre. Porque me daría
miedo no hacerlo. Porque tengo que ser
perfecto. Bueno, es lo que tiene que
hacer todo el mundo. Porque soy
demasiado perezoso, demasiado alto, demasiado bajo, demasiado gordo, demasiado
tonto (o delgado, feo, inútil).
Estas
respuestas me enseñan cuál es el punto en que están atascados en sus creencias,
y cuáles que son sus limitaciones. No
hago comentarios sobre las respuestas. Cuando han terminado con la lista, les
hablo de la palabra “debería”.
Creo
que “debería” es una de las palabras más dañinas de nuestro lenguaje. Cada vez que las usamos, estamos de hecho,
hablando de una “equivocación”. Decimos que “estamos equivocados o que lo
estuvimos o que lo estaremos”. No creo que necesitemos más equivocaciones en
nuestra vida. Lo que necesitamos es tener más libertad de elección. A mí me
gustaría hacer desaparecer para siempre de nuestro vocabulario la palabra
“debería”, y reemplazarla por “podría”. “Podría” nos permite una opción, y
nunca nos equivocamos. Después pido a mis clientes que vuelvan a leer las
frases de la lista una a una, pero que esta vez empiecen cada oración diciendo:
“Si realmente quisiera, podría....” Eso arroja sobre el tema una luz
completamente nueva.
Mientras
van respondiendo, pregunto con dulzura a
mis clientes por qué no lo han
hecho. También aquí podemos oír
respuestas reveladoras:
Porque no quiero. Tengo miedo.
No sé cómo. Porque no sirvo para
nada. Etcétera.
Con
frecuencia me encuentro con personas que se reprochan desde hace años algo que,
para empezar, jamás quisieron hacer. O
que se critican por no hacer algo que en realidad no fue idea de ellas, sino de
otra persona que alguna vez les dijo que “deberían....” Cuando se dan cuenta de eso, ya pueden ir
borrando aquello de su “lista de deberías”, ¡y con qué alivio! Fíjense en toda la gente que durante años
intenta estudiar una carrera que ni siquiera les gusta, sólo porque los padres
les dijeron que deberían ser dentistas o maestros. Piensen cuántas veces nos
hemos sentido inferiores porque cuando éramos niños nos dijeron que deberíamos
ser más despiertos o más ricos, o más creativos, como el tío tal o la prima
cual. ¿Qué tiene usted en su “lista de
deberías” que ya podría ir borrando con sensación de alivio?
Después
de pasar revista a esta breve enumeración, los clientes empiezan a considerar
su vida desde un ángulo nuevo y diferente.
Se dan cuenta de que mucho de lo que pensaban que deberían hacer, y de
que al intentarlo sólo procuraban complacer a alguien. En muchos casos, se dan cuenta de que si no
hacen lo que quieren es porque tienen miedo de no ser lo bastante capaces. Ahora el problema ha empezado a cambiar. He conseguido que inicien el proceso de dejar
de sentir que “están equivocados” porque no están ajustándose a ninguna norma
externa.
Después
empiezo a explicarles “mi filosofía de la vida”, tal como la presenté en el
primer capítulo. Yo creo que la vida es
realmente muy simple. Lo que recibimos
del exterior es lo que antes enviamos.
El Universo apoya totalmente cada idea que decidimos pensar y
creer. Cuando somos pequeños, de las reacciones
de los adultos que nos rodean aprendemos nuestras creencias y nuestros
sentimientos hacia nosotros mismos y hacia la vida. Sean cuales fueren esas
creencias, al crecer las reeditaremos como experiencias. Sin embargo, se trata solamente de formas de
pensar, y “el momento del poder es siempre el presente”. Los cambios se pueden iniciar en este mismo
momento.
AMARSE A SI MISMO
Luego explico a mis
clientes que, independientemente de lo que parezca ser el problema, siempre
centro mi trabajo en una única cosa, y es “AMARSE A SI MISMO”. El amor es la cura milagrosa: si nos amamos,
aparecen los milagros en nuestra vida. No estoy hablando de vanidad ni
arrogancia ni engreimiento, porque nada de eso es amor: no es más que
miedo. De lo que hablo es de tener un
gran respeto por nosotros mismos, y de estar agradecidos por el milagro de
nuestro cuerpo y de nuestra mente. Para
mí, “amor” es apreciación llevada a un grado tal que me llena el corazón hasta
rebosar. El amor puede orientarse en
cualquier dirección, yo puedo sentir amor por:
El
proceso de la vida como tal. El júbilo
de estar viva. La belleza que veo. Otra persona.
El conocimiento. El funcionamiento de la mente. Nuestro cuerpo y la
forma en que funciona. Los animales, aves y peces. La vegetación en todas sus
formas. El Universo y la forma en que
funciona.
¿Qué
puede añadir usted a esta lista? Veamos algunas formas en que no nos amamos:
Nos
regañamos y criticamos interminablemente.
Maltratamos el cuerpo con la mala alimentación, el alcohol y otras
drogas. Aceptamos creer que no somos dignos de amor. No nos atrevemos a cobrar
un precio digno por nuestros servicios. Creamos enfermedades y dolor en nuestro
cuerpo. Nos demoramos en hacer las cosas que nos beneficiarían. Vivimos en el
caos y el desorden. Nos creamos deudas y
obligaciones. Atraemos amantes y compañeros que nos humillan.
Piense
cuáles son algunas de sus maneras.
Si,
de la manera que sea, “negamos nuestro bien”, ése es un acto en que no nos
amamos a nosotros mismos. Recuerdo a una
clienta mía que usaba lentillas. Un día se liberó de un antiguo miedo que le
venía de la infancia, y a la mañana siguiente, al despertarse, se dio cuenta
que las lentes de contacto le molestaban
demasiado para ponérselas. Miró a su alrededor y comprobó que veía con perfecta
claridad. Sin embargo, se pasó el día entero diciéndose para sus adentros:
“Pues no me lo creo...”. Al día siguiente volvió a usarlas. Nuestro
subconsciente no tiene sentido del humor. Mi clienta no podía creer que se
hubiera creado una vista perfecta.
El
“desconocimiento del propio valor” es otra forma de expresar que no nos amamos
a nosotros mismos.
Tom
era un pintor excelente, y tenía algunos clientes adinerados que le pedían
pintase murales en sus casas. Sin embargo, no se sabía por qué él siempre se
quedaba corto en sus honorarios. Su factura jamás llegaba a cubrir el tiempo
que le había llevado el trabajo. Cualquiera que ofrece un servicio o crea un
producto que es único en su género puede fijarle cualquier precio. A los ricos les encanta pagar mucho por lo
que compran; sienten que eso da más valor al artículo. He aquí algunos ejemplos
más:
Mi compañero está cansado
y de mal humor, y pienso qué habré hecho “yo” para que así sea. Alguien me invita a salir un par de veces y
después no vuelve a llamar. Supongo que yo “debo” de haber cometido alguna
incorrección. Mi matrimonio se deshace, y me quedo convencida de que el fracaso
es “mío”. Mi cuerpo no está a la altura de los de las revistas de moda,
femenina o masculina, y me siento inferior.
Si no “hago la venta” o no “consigo el papel”, estoy seguro de que “no
sirvo para nada”. Como me asusta la intimidad, no permito que nadie se me
acerque demasiado y me refugio en los contactos sexuales anónimos. No puedo
tomar decisiones porque estoy seguro de equivocarme
¿Cómo
expresa usted su desconocimiento de su propio valor?
LAS PERFECCION DE LOS BEBÉS
¡”Qué
perfecta era usted cuando era bebé!”. Los bebés no tienen que hacer nada para
ser perfectos; ya lo son, y actúan como si lo supieran. Saben que son el centro
del Universo. No tienen miedo de reclamar lo que quieren. Expresan libremente sus emociones. Uno sabe
cuándo un bebé está enojado, y además lo sabe todo el vecindario. También se
sabe cuando están contentos, con una sonrisa que ilumina toda la habitación.
Los bebés están llenos de amor. Los más pequeñitos pueden morirse por falta de amor. Cuando ya
somos mayores, aprendemos a vivir sin amor, pero los bebés no son capaces de
resistirlo. Además, aman todo su cuerpo, incluso sus propias heces. Tienen una entereza increíble.
Usted
ha sido así; todos hemos sido así. Después empezamos a escuchar a los adultos
que nos rodeaban, que habían aprendido a tener miedo, y empezamos a negar
nuestra propia magnificencia. Yo nunca me lo creo cuando los clientes intentan
convencerme de lo terribles y poco dignos de amor que son. Mi trabajo consiste en devolverlos a aquella
época en que realmente sabían amarse a si mismos.
Ejercicio:
El Espejo
Después
pido al cliente que tome un espejito, se mire a los ojos, pronuncie su nombre y
se diga: “TE AMO Y APRECIO EXACTAMENTE TAL COMO ERES”-
Esto
es “tremendamente” difícil para muchas personas. Es muy raro que alguien
reaccione con calma, y no digamos con placer, ante este ejercicio. Algunos lloran o llegan al borde de las
lágrimas, otros se encolerizan, hay quien resta méritos a sus rasgos o
cualidades y quien insiste en que “no puede” hacer algo así. Hasta hubo un
hombre que arrojó el espejo al otro lado de la habitación y trató de huir.
Necesitó varios meses para ser capaz de establecer una relación consigo mismo
en el espejo.
Durante
años, yo me miré en el espejo sólo para criticar lo que veía. Ahora me divierte
recordar las horas interminables que me pasaba depilándome las cejas en el
intento de hacerme por lo menos aceptable.
Recuerdo que solía darme miedo mirarme a los ojos. Este ejercicio tan simple me enseña muchas
cosas. En menos de una hora puedo llegar a algunos de los problemas
fundamentales subyacentes por debajo del que aparece como problema
manifiesto. Si trabajamos solamente en
el nivel de este último, podemos pasarnos un tiempo interminable resolviendo
todos los detalles, y en el momento en que creemos haberlo “arreglado”, vuelve
a saltar donde no lo esperábamos.
“EL PROBLEMA” CASI NUNCA ES EL VERDADERO PROBLEMA
Una
clienta estaba tan preocupada por su aspecto, y especialmente por los dientes,
que iba de un dentista a otro, y decía que lo único que conseguía era que cada
vez se le viera peor. Cuando fue a
hacerse arreglar la nariz, no se lo hicieron bien. Cada profesional reflejaba su propia
convicción de que era fea. El problema no estaba en su apariencia, sino en su
convencimiento de que eso era un problema.
Otra
mujer tenía un aliento muy desagradable; era incómodo estar cerca de ella. Estaba estudiando para ser predicadora, y por
debajo de su porte espiritual y piadoso había una furiosa corriente de cólera y
celos que estallaba ocasionalmente, cuando ella temía que alguien pudiera estar
amenazando su posición. Lo que interiormente sentía se expresaba en su aliento,
ofensivo incluso cuando ella procuraba demostrar amor. Nadie la amenazaba, a no ser ella misma.
Un
día vino a verme un chico de quince años, acompañado de su madre; tenía la
enfermedad de Hodgkin, y le concedían tres meses de vida. Comprensiblemente, la
madre estaba histérica y era de trato difícil, pero el muchacho, despierto e
inteligente, quería vivir. Se mostró
dispuesto a hacer todo lo que le dije, incluso a cambiar su manera de pensar y
de hablar. Sus padres, separados,
estaban siempre discutiendo, y en realidad el joven no tenía una vida hogareña
estable. Deseaba desesperadamente ser
actor. La persecución de la fama y la fortuna
pesaba en él mucho más que su capacidad para el júbilo. Creía que sólo podía
ser aceptado y reconocido su valor si se hacía famoso. Le enseñé a amarse y aceptarse como era,
empezó a ponerse bien y ahora, ya adulto, actúa con regularidad en Broadway. A
medida que aprendía a aceptar el gozo de ser quien era, le fueron ofreciendo
diversos papeles.
El
“exceso de peso” es otro buen ejemplo de cómo podemos desperdiciar muchísima
energía en el intento de corregir un problema que no es real. Es frecuente que
la gente se pase años y años combatiendo el fantasma de la grasa, sin poder
rebajar de peso. Entonces culpan de todos sus problemas al exceso de peso, que
en realidad no es más que un efecto externo de un profundo problema interior,
que, por lo que he podido comprobar, es siempre miedo y necesidad de
protección. Cuando se siente asustada o insegura, o le parece que “no sirve
para”, mucha gente se refugia en los kilos extra como una protección.
Insistir
en acusarnos de pesar demasiado, sentirnos culpables con cada bocado que
comemos, repetir todos los rituales a que nos sometemos cuando aumentamos de
peso, todo eso no es más que una pérdida de tiempo. Dentro de veinte años
podemos seguir en la misma situación, si
no hemos abordado jamás el verdadero problema. Lo único que habremos hecho será
asustarnos más y sentirnos más inseguros, y entonces necesitaremos pesar más
para compensar y obtener cierta protección.
Por eso yo
me
niego a concentrarme en el exceso de peso y en las dietas, porque las dietas no
funcionan. La única dieta que da
resultado es mental: privarse de pensamientos negativos. “Por el momento vamos a dejar de lado ese
problema –les digo a mis clientes- mientras trabajamos antes con otras cosas”.
Es
frecuente que me digan que no pueden amarse porque son tan gordos que, como
decía una chica, “son demasiado redondos en los bordes”. Entonces les explico que son gordos porque no
se tienen amor a sí mismos. Cuando
empezamos a amarnos y aprobarnos, es sorprendente la forma en que desaparece el
exceso de peso.
A
veces los clientes llegan incluso a enojarse conmigo cuando les explico lo
simple que es cambiar su vida. Quizá
sienten que no entiendo sus problemas.
Una mujer se puso muy mal y me dijo que había acudido a la consulta para
que le ayudara a preparar su tesis, y no para aprender a amarse a sí misma.
Para
mí era obvio que su problema principal era un enorme odio hacia sí misma, que
invadía todos los aspectos de su vida, incluso la preparación de la tesis. Aquella mujer no podría tener éxito en nada mientras se sintiera tan indigna de
todo. Incapaz de escucharme, se fue
llorando, para volver un año más tarde con el mismo problema, amén de muchos
otros. Hay personas que aún no están
listas, y decir esto no es juzgarlas.
Todos empezamos a cambiar en el momento, el lugar y el orden adecuados
“para nosotros”. Yo no empecé hasta
después de los cuarenta.
EL VERDADERO PROBLEMA
Heme aquí, pues, con un
cliente o una clienta que acaba de mirarse en el inocente espejito, y está en
plena conmoción. Con una sonrisa de
deleite, lo animo:
-
Bueno, ahora que estamos viendo el “verdadero problema” podemos empezar a
despejar lo que realmente le está obstruyendo el camino. Y le sigo hablando del amor a uno mismo, de
cómo para mí el amor a uno mismo empieza con la disposición a NO CRITICARSE
NUNCA, JAMAS, POR NADA.
Observo su expresión
cuando les pregunto si ellos se autocritican. Es mucho lo que me dicen sus
reacciones:
Pero
claro que sí. Continuamente. Ahora no tanto como antes. Bueno, ¿cómo voy a
cambiar si no me critico? ¿Acaso no lo
hacen todos?
A
último les respondo que no estamos hablando de todos, sino de ella (o de
él). E insistió:
-
¿Por qué se
autocritica? ¿Qué hay de malo en usted?
Mientras
hablan, voy haciendo una lista, y lo que dicen coincide a menudo con su “lista
de deberías”. Sienten que son demasiado altos, bajos, gordos, flacos, tontos,
viejos, jóvenes, feos. (Esto último lo dicen con frecuencia los más apuestos y
guapos). O si no, para ellos es demasiado tarde, pronto, difícil,
demasiado....Casi siempre es “demasiado” algo. Finalmente, cuando llegamos a
tocar a fondo, me dicen: “Es que no sirvo para nada”.
¡Por
fin! Después de todo, hemos llegado al problema central. Se critican porque han
aprendido a creer que “no sirven para nada”.
Los clientes siempre se quedan pasmados ante la rapidez con que hemos
llegado a este punto. Ahora ya no tenemos que preocuparnos por efectos
secundarios como los problemas corporales, o de relación o de dinero, ni por la
falta de expresiones creativas. Y podemos consagrar todas nuestras energías en
disolver la causa del problema: ¡NO SE AMAN A SI MISMOS!
En la infinitud
de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. La Divinidad
siempre me guía y me protege... No corro peligro al mirar dentro de mí. No
corro peligro si amplío mi visión de la vida. Soy mucho más que mi
personalidad, pasada, presente o futura. Opto ahora por elevarme por encima de
mis problemas de personalidad para reconocer la magnificencia de mi ser. Estoy
totalmente en disposición de aprender a amarme.
Todo está bien
en mi mundo.
ResponderEliminarEn la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. La Divinidad siempre me guía y me protege... No corro peligro al mirar dentro de mí. No corro peligro si amplío mi visión de la vida. Soy mucho más que mi personalidad, pasada, presente o futura. Opto ahora por elevarme por encima de mis problemas de personalidad para reconocer la magnificencia de mi ser. Estoy totalmente en disposición de aprender a amarme.
ResponderEliminarEn la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. La Divinidad siempre me guía y me protege... No corro peligro al mirar dentro de mí. No corro peligro si amplío mi visión de la vida. Soy mucho más que mi personalidad, pasada, presente o futura. Opto ahora por elevarme por encima de mis problemas de personalidad para reconocer la magnificencia de mi ser. Estoy totalmente en disposición de aprender a amarme.