CAPÍTULO 7 - CÓMO CAMBIAR
“Con júbilo y soltura atravieso puentes”
Me
encantan las explicaciones prácticas. Todas las teorías del mundo son inútiles
a menos que sepamos cómo aplicarlas para cambiar. Yo siempre he sido una
persona muy pragmática, con una gran necesidad de saber cómo se hacen las
cosas.
Los
principios con que vamos a trabajar son:
Alimentar
la disposición a renunciar. Controlar
la mente. Aprender hasta qué punto nos
liberamos perdonando y perdonándonos.
RENUNCIAR
A LA NECESIDAD
Cuando
intentamos renunciar a un modelo mental, parece como si toda la situación
empeorase un tiempo. No es malo que así sea: es un signo de que la situación
empieza a movilizarse. Nuestras afirmaciones funcionan, y es necesario seguir
adelante.
Ejemplos
Estamos
trabajando para aumentar nuestra prosperidad, y perdemos la billetera. Estamos
trabajando para mejorar nuestras relaciones y tenemos una pelea. Estamos
trabajando para mejorar la salud y atrapamos un resfriado. Estamos trabajando
en la expresión de nuestros talentos y capacidades de creación, y nos despiden.
A
veces el problema toma una dirección diferente, y empezamos a ver y a entender
más. Supongamos, por ejemplo, que usted está tratando de dejar de fumar y
diciéndose: “Estoy dispuesto a renunciar a la necesidad de cigarrillos”. A
medida que insiste en su propósito, advierte que se siente más incómodo en sus
relaciones.
No
se desespere: esto es un signo de que el proceso funciona. Podría hacerse una
serie de preguntas en este estilo:
¿Estoy dispuesto a renunciar a relaciones que me incomodan? Los cigarrillos, ¿no estarían actuando como
una cortina de humo que me impedía ver lo incómodo que me encuentro en esas relaciones? ¿Por qué me estoy creando
esta clase de relaciones?
Así
observa que los cigarrillos no son más que un síntoma, no una causa. Ahora
usted empieza a tener una penetración y un entendimiento de la situación que podrán
liberarlo, y empieza a decirse que está dispuesto a renunciar a la “necesidad”
de relaciones incómodas.
Entonces
advierte que la razón de que se sienta tan incómodo es que le da la impresión
de que los demás siempre lo critican. Como usted ya sabe que cada cual es el
creador de sus propias experiencias, ahora empieza a decirse: “Estoy dispuesto
a renunciar a la necesidad de que me critiquen”.
Piensa
en las críticas y se da cuenta de que, de pequeño, recibió muchísimas y de que
el niño que lleva dentro sólo se siente “a gusto” cuando lo critican. Su manera
de ocultárselo a usted mismo había sido echar “una cortina de humo”.
Quizá
sienta que el paso siguiente es decirse: “Estoy dispuesto a perdonar a.....”
A
medida que siga haciendo sus afirmaciones, es probable que descubra que los
cigarrillos ya no le interesan, y que la gente que conoce ya no lo critica.
Entonces “sabrá” que ha renunciado a su necesidad, que se ha liberado de ella.
Este
tipo de trabajo requiere generalmente cierto tiempo. Si persiste con paciencia
y está dispuesto a concederse todos los días unos momentos de tranquilidad para
reflexionar sobre su proceso de cambio, irá obteniendo las respuestas.
La
Inteligencia que hay dentro de usted es la misma que creó todo el planeta.
Confíe en su Guía Interior, que le revelará todo lo que necesite saber. .
Ejercicio:
Renunciar a la necesidad
Si
estuviéramos en un seminario, haría que mis lectores practicaran este ejercicio
en pareja. Sin embargo, cada uno puede también hacerlo solo usando un espejo,
si es posible grande.
Piense
en un momento en algo que quiera cambiar en su vida. Vaya al espejo y,
mirándose a los ojos, diga en voz alta:
-
Ahora me doy cuenta
de que yo he creado esta situación, y estoy dispuesto a renunciar al modelo
mental que, en mi conciencia, es responsable de esta situación.
Dígalo
varias veces, con sentimiento.
Si
estuvieran trabajando en pareja, yo pediría a su compañero que le dijese si
realmente le parecía que usted hablaba en serio. Lo que quisiera sería que
usted “convenciera” a su compañero.
Pregúntese
si realmente lo está diciendo en serio. Convénzase a sí mismo, en el espejo, de
que esta vez “está dispuesto” a liberarse de la servidumbre del pasado.
Hay
muchas personas que, una vez han llegado a este punto, se asustan porque no
saben “cómo” poner en práctica esta renuncia. Tienen miedo de asumir un
compromiso sin saber todas las respuestas. Esto no es más que otra resistencia
a cambiar. Hay que ir más allá de ella.
Una
de las cosas realmente grandes es que no tenemos que saber cómo. Lo único que
necesitamos es estar dispuestos. La Inteligencia Universal –o su
subconsciente- ya se ocupará de los
“cómos”. Para todo lo que usted piense y para cada palabra que diga hay respuesta,
y el momento del poder es el presente. Las cosas que está pensando y las
palabras con que las está declarando en este momento están creando su futuro.
SU
MENTE ES UN INSTRUMENTO
Usted
es mucho más que su mente. Tal vez ella crea que dirige el espectáculo, pero
eso es sólo porque usted la ha entrenado para que piense así. También se puede
deshacer ese entrenamiento con el fin de adquirir otro muy distinto.
La
mente es un instrumento que usted tiene para usarlo como le plazca. La forma en
que lo usa actualmente no es más que un hábito, y los hábitos –cualquier
hábito- se puede cambiar si nos lo proponemos, e incluso si simplemente sabemos
que es posible hacerlo.
Acalle
durante un momento el parloteo de la mente y piense de verdad en este concepto.
“La mente es un instrumento que usted puede usar de cualquier manera, como lo
desee.”
Las
ideas que usted “decide” pensar crean las experiencias que tiene. Si cree que
es arduo y difícil cambiar un hábito o una idea, al decidir pensar así hará que
eso sea verdad en su caso. Si decide pensar que cada vez es más fácil para
usted hacer cambios, el haber elegido
ese pensamiento hará que sea cierto.
EL
CONTROL DE LA MENTE
Dentro
de usted hay un poder y una inteligencia increíbles, que responden
constantemente a sus ideas y a sus palabras. A medida que aprenda a controlar
la mente escogiendo conscientemente sus pensamientos, irá ganándose como aliado
ese poder.
No
crea que la mente es la que lo controla; es “usted” quien controla a su mente.
“Usted” la usa. Usted “puede” dejar de tener esas viejas ideas.
Cuando
su pensamiento habitual intente volver, insistiendo en que “es tan difícil
cambiar”, asuma usted el control mental. Hable con su mente; dígale “Ahora opto
por creer que cada vez se me va haciendo más fácil cambiar”.
Tal
vez tenga que repetir varias veces este
diálogo con su mente para que ella reconozca que el control lo lleva usted, y que lo que usted
dice es lo que vale.
LO
ÚNICO QUE USTED PUEDE CONTROLAR ES SU PENSAMIENTO PRESENTE
Sus
pensamientos de antes ya no están; no
hay nada que usted pueda hacer con ellos, como no sea vivir hasta agotar las
experiencias que ellos causaron. Sus pensamientos futuros aún no se han
formado, y usted no sabe cuáles serán. Su pensamiento actual, lo que está
pensando en este mismo momento, está totalmente bajo su control. Ejemplo:
Si
durante mucho tiempo ha permitido que su hijo pequeño se quedara levantado
hasta que él quisiera, y ahora usted toma la decisión de que el niño se acueste
todas las noches temprano, ¿qué cree que pasará la primera noche?
El
niño se rebelará contra esa nueva regla; es probable que chille y patalee y
haga todo lo posible por no irse a la cama. Si en “este” momento usted afloja,
el niño ganará, e intentará siempre controlar la situación.
Sin
embargo, si usted mantiene tranquilamente su decisión e insiste con firmeza en
que ése es el nuevo horario para acostarse, la rebeldía irá disminuyendo, y en
dos o tres noches la nueva rutina habrá quedado establecida.
Lo
mismo sucede con su mente: sin duda, al principio se rebelará. No querrá
someterse a un nuevo entrenamiento.
Pero
el control lo lleva usted, y si se mantiene firme, en muy poco tiempo la nueva
manera de pensar habrá quedado establecida. Y usted se sentirá espléndidamente
al darse cuenta de que “no es víctima impotente de sus propios pensamientos,
sino el señor de su propia mente”.
Ejercicio:
Desprenderse
Mientras
va leyendo esto, haga una inspiración profunda, y mientras exhala deje que toda
la tensión desaparezca de su cuerpo. Deje que se relajen el cuero cabelludo, la
frente y la cara. La cabeza no necesita estar tensa para que usted pueda seguir
leyendo. Deje que se relajen la lengua, la garganta y los hombros. Se puede
sostener un libro con las manos y los brazos relajados. Hágalo. Deje que se
relajen la espalda, el abdomen y la pelvis. Respire en paz mientras relaja las
piernas y los pies.
¿Se
ha producido algún cambio importante en su cuerpo desde que empezó el párrafo
anterior? Sienta hasta qué punto se reprime. Si lo está haciendo con el cuerpo,
lo está haciendo con la mente.
En
esta posición cómoda y relajada, dígase: “Estoy dispuesto a desprenderme. No me
reprimo. Me aflojo. Aflojo toda tensión. Renuncio a todo miedo, a todo enojo.
Me libero de toda culpa, de toda tristeza. Renuncio a todas las vejas limitaciones.
Me desprendo de todo esto y estoy en paz. Estoy en paz conmigo mismo. Estoy en
paz con el proceso de la vida. Estoy a salvo y seguro”.
Practique
dos o tres veces este ejercicio. Sienta el aflojamiento que implica
desprenderse. Repítalo cada vez que sienta que empiezan a acosarlo pensamientos
negativos. Se necesita cierta práctica para que la rutina se haga parte de
usted. Cuando uno empieza por ponerse en este estado pacífico y relajado, es
más fácil que las afirmaciones “prendan”, porque uno está abierto y receptivo
ante ellas. No hay necesidad de pugna, de ninguna clase de esfuerzo.
Simplemente, relájese y piense en las cosas apropiadas. Sí, es así de fácil.
LA
DESCARGA FISICA
En
ocasiones necesitamos una descarga física para aflojarnos. Las experiencias y
las emociones pueden quedar aprisionadas en el cuerpo. Vociferar en el interior
del coche, con todas las ventanillas cerradas, puede ser una excelente descarga
si hemos estado sofocando nuestra expresión verbal. Aporrear la cama o patear
cojines es una manera inofensiva de liberar la furia contenida, como lo es
jugar al tenis o correr.
Hace
cierto tiempo, me pasé uno o dos días con un dolor en el hombro. Procuré no
hacerle caso, pero no me iba bien. Finalmente, me decidí a preguntarme qué era lo
que pasaba, y qué era exactamente lo que sentía. Es como una sensación de quemadura.
Quemadura.... quemadura....eso significa enojo. ¿Por qué estás enojada?
Cómo
no se me ocurría por qué estaba enojada, me dije: “Bueno, vamos a ver si
podemos descubrirlo”. Puse sobre la cama dos grandes cojines y empecé a
aporrearlos con todas mis fuerzas.
Después
de una docena de golpes me di cuenta exactamente de por qué estaba enojada. Era
clarísimo. Seguí golpeando los almohadones y gritando para descargar las emociones
de mi cuerpo. Una vez que hube terminado me sentí mucho mejor, y al día
siguiente el hombro estaba como nuevo.
DEJARSE
INMOVILIZAR POR EL PASADO
Muchas
personas vienen a decirme que “no pueden disfrutar del día de hoy a causa de
algo que sucedió en el pasado. Como antes no hicieron algo, o no lo hicieron de
cierta manera, no pueden vivir plenamente ahora. Como ya no tienen algo que
tuvieron, no pueden disfrutar del presente. Porque en el pasado alguien los
hirió, ahora no quieren aceptar el amor. Como una vez que se comportaron de
cierta manera les sucedió algo desagradable, están seguros de que volverá a
sucederles si actúan de ese modo. Porque una vez hicieron algo de lo cual se
arrepienten, se consideran para siempre malas personas.
Alguien
les hizo una mala pasada en una ocasión, y ahora están seguros de que su vida
no es lo que ellos quisieran por culpa de aquella persona. Porque en el pasado
una situación los indignó, ahora se aferran virtuosamente a aquella
indignación. Debido a alguna antigua experiencia en que se sintieron
maltratados, jamás han querido perdonar ni olvidar.
Porque:
no me invitaron a la fiesta de fin de curso, hoy no puedo disfrutar de la vida,
en mi primera prueba de selección no tuvo éxito, ahora todas las pruebas me
aterrorizan, estoy divorciado, no puedo llevar una vida plena, mi primera
relación amorosa terminó, me he cerrado para siempre al amor, en una ocasión me
dijeron algo hiriente, jamás volveré a confiar en nadie, una vez robé algo,
debo autocastigarme siempre, de niño fui pobre, jamás llegaré a ninguna parte.
Lo
que muchas veces nos negamos a reconocer es que aferrarnos al pasado, haya sido
lo que haya sido y por más terrible que fuera, sólo sirve para “hacernos”
daño”. A “ellos” en realidad no les importa, y por lo común, ni si quiera se
dan cuenta. Si nos negamos a vivir plenamente el momento presente, sólo nos
hacemos daño a nosotros mismos.
El
pasado pasó, pertenece al ayer y no es posible cambiarlo. Este momento es el
único en que podemos vivir. Hasta cuando nos quejamos del pasado, nuestro
recuerdo de él se da en el presente, y en el proceso nos estamos perdiendo la
verdadera vivencia de este momento.
Ejercicio:
Renunciamiento
Liberemos
ahora la mente del pasado, renunciando al apego emocional que sentimos por él.
Dejemos que los recuerdos no sean más que recuerdos. Si uno vuelve a pensar en
la ropa que solía usar cuando estaba en tercer grado, eso no tiene por lo
general ninguna connotación emocional; no es más que un recuerdo.
Lo
mismo puede ocurrir con todos los sucesos pasados de la vida. A medida que los
desnudamos de su carga afectiva, adquirimos mayor libertad de valernos de todo
nuestro poder mental para disfrutar de este momento y crear nuestro futuro.
Haga
una lista de todas las cosas de las que está dispuesto a “soltarse”. ¿Está
realmente dispuesto a hacerlo? Fíjese en sus reacciones. ¿Qué tendrá que hacer
para desprenderse de esas cosas? ¿Hasta qué punto está dispuesto a hacer eso?
¿Qué nivel alcanza su resistencia a cambiar?
EL
PERDON
El
paso siguiente es el “perdón”. Perdonarnos y perdonar a los demás es algo que
nos libera del pasado. En A Course In Miracles se reitera una y otra vez que el
perdón lo resuelve casi todo. Yo sé que cuando nos quedamos atascados, por lo
general eso significa que hay algo más que perdonar. Si en el momento presente
no vamos fluyendo libremente con la vida, generalmente eso quiere decir que nos
estamos aferrando a algo del pasado. Puede ser arrepentimiento, tristeza,
dolor, miedo, culpa, reproche, cólera, resentimiento e incluso, a veces, deseo
de venganza. “Cada uno de estos estados se genera en un reducto de dureza, en
una negativa implacable a renunciar a
aferrarse y a instalarse en el
presente”.
El
amor es siempre la respuesta a una especie de curación. Y la senda que conduce
al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento. Es una actitud
que suelo abordar de diversas maneras.
Ejercicio:
La Disolución del Resentimiento
Un
amigo mío ideó un ejercicio, que siempre funciona, para disolver el
resentimiento. Para hacerlo, siéntese tranquilamente con los ojos cerrados, y
deje que mente y cuerpo se relajen.
Después, imagine que está sentado en un teatro a oscuras, frente a un
pequeño escenario. En él, ponga a la persona contra quien sienta más resentimiento;
no importa que pertenezca al pasado o al presente, que esté viva o muerta.
Cuando la vea con claridad, imagine que a esa persona le suceden cosas buenas,
cosas que serían importantes para ella, y véala sonriente y feliz.
Mantenga
durante unos minutos esta imagen y después deje que se desvanezca.
El
ejercicio es éste, pero yo le añado un paso más. Cuando la persona desaparezca
del escenario, instálese allí usted mismo. Imagínese que le suceden cosas
buenas, véase feliz y sonriente. Dése cuenta de que la abundancia del Universo
está al alcance de todos nosotros.
El
ejercicio anterior, que para algunos será muy difícil de hacer, disuelve las
sombrías nubes del resentimiento con que la mayoría de nosotros cargamos. Cada
vez que lo haga, imagínese una persona diferente. Practíquelo una vez por día
durante un mes, y observe cuánto más ligero se siente.
Ejercicio:
La Venganza
Quienes
caminan por la senda espiritual conocen la importancia del perdón, pero entre
nosotros hay personas que necesitan un paso previo antes de poder perdonar
totalmente. A veces, al niño que llevamos dentro, para sentirse en libertad de
perdonar, le hace falta primero vengarse. Por eso, este ejercicio es muy útil.
Con
los ojos cerrados, siéntese en silencio, tanquilamente. Piense en las personas
a quienes más les cuesta perdonar. ¿Qué le gustaría realmente hacerles? ¿Qué
tendrían que hacer para que usted las perdonara? Imagínese que eso sucede
ahora; entreténgase en los detalles. ¿Durante cuánto tiempo quiere que sufran o
que hagan penitencia? Cuando sienta que
ya ha acabado, condense el tiempo y dé todo por terminado, para siempre.
Generalmente, en este momento uno se siente más ligero y se le hace más fácil
pensar en perdonar. Complacerse diariamente en este ejercicio no sería bueno
para usted, pero hacerlo una vez, a modo de cierre de un capítulo, puede ser
muy liberador.
Ejercicio:
El Perdón
Ahora
ya estamos en condiciones de perdonar. Si le es posible, haga este ejercicio en
pareja; si no, hágalo solo, pero siempre en voz alta.
Vuelva
a sentarse quieto, con los ojos cerrados, y diga: “La persona a quien necesito
perdonar es....y la perdono por...”
Repita
insistentemente el ejercicio. A algunos tendrá muchas cosas que perdonarles, a
otros solamente una o dos. Si trabaja en pareja, haga que él - o ella – le diga: “Gracias, ahora te
libero”. Si trabaja solo, imagínese que la persona a quien está perdonando se
lo dice. Hágalo durante cinco o diez minutos por lo menos, buscando en su
corazón todas las injusticias que aún alberga, y después suéltelas; no siga
aferrándose a ellas.
Ejercicio:
Visualización
Otro
buen ejercicio. Si puede, haga que alguien se lo lea, o grábelo en una cinta
para escucharlo después.
Empiece
visualizándose como una criatura de cinco o seis años. Mire profundamente los
ojos de ese niño. Vea la ansiedad que hay en ellos y comprenda que la única
cosa que quiere de usted es amor. Tiéndale los brazos y envuélvalo en ellos.
Abrácelo con amor y ternura, dígale cuánto lo ama, cuánto lo quiere, cuánto le importa. Admire a ese niño,
admírelo totalmente y dígale que está perfectamente bien cometer errores
mientras se aprende. Prométale que usted estará siempre con él, pase lo que
pase. Ahora, deje que ese niño se vuelva muy, muy pequeño, hasta guardárselo
dentro del corazón. Consérvelo allí para que cada vez que mire hacia abajo
pueda ver esa carita que se levanta para
mirarlo y brindarle todo su amor.
Ahora,
visualice a su madre como una niña de 4 ó 5 años, asustada y en busca de amor,
sin saber dónde encontrarlo. Tiéndale los brazos, abrácela y hágale saber
cuánto la ama, cuánto se preocupa por ella. Dígale que puede confiar en que
usted esté siempre allí, pase lo que pase. Cuando se tranquilice y empiece a
sentirse segura, deje que se vuelva muy pequeñita, hasta que pueda albergarla
en su corazón, y guárdela allí, junto con su niño, para que se den muchísimo
amor el uno al otro.
Ahora
imagínese a su padre como un niño de tres
o cuatro años, asustado y llorando, en busca de amor. Vea cómo le ruedan
las lágrimas por la carita, sin saber a quién volverse. Usted, que ya sabe cómo
consolar a niños asustados, tienda los brazos para acoger el cuerpecito
tembloroso. Consuélelo, arrúllelo, hágale sentir cuánto lo ama. Aseguúrele que
usted estará siempre allí, con él.
Cuando
se le hayan secado las lágrimas, y cuando usted pueda sentirlo lleno de amor y
de paz, deje que se vuelva muy pequeño hasta que pueda acogerlo en su corazón.
Y guárdelo allí para que los tres pequeños puedan darse unos a otros mucho
amor, y usted pueda amarlos a los tres.
Hay
tanto amor en su corazón que con él podría curar a todo el planeta. Pero por
ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarlo a usted. Sienta cómo
una cálida ternura empieza a arder en el centro de su corazón, algo afectuoso y
dulce. Y deje que ese sentimiento empiece a cambiar la forma en que usted
piensa y habla de sí mismo.
En la infinitud
de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. El cambio es la
ley natural de mi vida, y al cambio doy la bienvenida. Me dispongo a cambiar y
decido modificar mi manera de pensar. Decido cambiar las palabras que uso. De
lo viejo a lo nuevo, avanzo con júbilo y soltura. Perdonar es, para mí, más
fácil de lo que pensaba. Perdonar hace
que me sienta libre y sin cargas. Con júbilo aprendo a amarme cada vez más.
Cuanto más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar. El
cambio de mis pensamientos hace que me sienta una buena persona. Estoy
aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer. Todo está bien en mi mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario